Por Elena Reynaga
¡Unidas somos más fuertes! La Asociación de Mujeres Meretrices de la Argentina (AMMAR) nació un 11 de marzo de 1995 y hoy se cumple un cuarto de siglo de aquella mítica fundación. Pero nuestra historia es más antigua, y es la que me formó para ser hoy la secretaria ejecutiva de la Red de Mujeres Trabajadoras Sexuales de Latinoamérica y el Caribe (REDTRASEX).
Nacimos escapando de la represión, de las coimas, las detenciones cotidianas y del asedio de la policía. Fue tras las rejas que pusimos en práctica la solidaridad y en donde comenzamos a comprender, tímidamente, la necesidad de organizarnos y transformar nuestra dura realidad.
En 1994 un grupo de antropólogas empezaron a juntarnos en bares, para hablar de nosotras y de nuestros problemas mientras realizaban una investigación sobre las “prostitutas” de Constitución. De esas reuniones entre gritos, peleas, debate descontrolado, con la policía siempre en la puerta del bar, pasamos a ATE Capital, gracias al apoyo de Teo Peralta, y luego a la CTA Nacional, donde Víctor De Gennaro nos abrió las puertas para empezar a crecer allí y descubrir un mundo nuevo.
Luego, un 11 de marzo a mediados de la década de los noventa nos dimos un nombre y nos sacamos la careta ante el mundo para decir lo que éramos, lo que queríamos, lo que soñábamos.
Descubrimos que en Uruguay había un sindicato de trabajadoras del sexo llamado AMEPU y que había logrado que la policía dejara de detenerlas y quisimos lo mismo para nosotras. Así empezamos a luchar contra los edictos policiales en la ciudad de Buenos Aires, y logramos que se derogaran en 1998.
Siguieron otras luchas y acontecimientos: la derogación del código contravencional de Entre Ríos, la marcha a Mar del Plata por los supuestos asesinatos del “Loco de la Ruta”, la aparición de seccionales en el interior del país, nuestro ingreso en 1997 a la RedTraSex y también, el doloroso y todavía impune asesinato de nuestra querida compañera Sandra Cabrera.
Sería odioso citar nombres y olvidarse de alguna porque fuimos muchas las compañeras que dejamos todo en cada una de esas luchas, con enormes costos personales, pero con la satisfacción de haber llegado hasta este presente, que sigue sumando éxitos a las metas que juntas nos atrevimos alcanzar.
Recuerdo cuando pudimos participar como AMMAR en la que fue nuestra primera vez en un evento internacional feminista: el foro de AWID del año 2008 en Ciudad del Cabo. Y fue ahí donde supimos de los EFLAC (Encuentros Regionales Feministas) y allá fuimos en el año 2009, a su edición XI en México, ese fue el momento en el que nos abrimos las puertas a este gran movimiento del cual hoy somos parte.
Juntas por nuestra Ley
Tras veinticinco años de empoderamiento, crecimiento, victorias, derrotas, aciertos, errores y, sobre todo, de lucha incesante, AMMAR cumple 25 años con la necesidad de lograr una Ley de Trabajo Sexual, y este desafío nos necesita empujando a todas juntas.
El presente político que atraviesa Argentina es tierra fértil para que crezca la semilla de este proyecto tan necesario para nosotras. Es ahora o nunca. Por eso resulta indispensable construir juntas un anteproyecto de Ley consensuado, debatido y acordado.
Es la oportunidad de potenciar nuestras energías y dejar de lado las diferencias para pensar en el colectivo, trabajadoras sexuales autónomas, pero también en las otras: las que están atrás de una webcam, en un boliche o paradas en una ruta.
Es momento de lograr el reconocimiento de nuestra actividad, de poder armar nuestras cooperativas gozando de los derechos que los Estados deben asegurarnos, de reformar la Ley de Trata para separar la paja del trigo. También es necesario diferenciar entre un proxeneta y quien nos alquila un departamento o nos traslada en un taxi.
Pero para eso debemos sentarnos todas a la misma mesa, respetando las diferencias, cinchando juntas con un mismo objetivo: que nuestro trabajo sea reconocido como tal.
Así como otros colectivos dejaron atrás sus diferencias y lograron el reconocimiento de sus derechos mediante la aprobación de sus proyectos de Ley, como la del matrimonio igualitario, por ejemplo. Es tiempo de que nosotras, en nuestra mayoría de edad ganada con sangre, sudor y lágrimas, vayamos al Congreso a lograr nuestro objetivo histórico: la Ley de Trabajo Sexual Autónomo.
Solo así seremos leales a nuestra historia y a los cientos de compañeras que a lo largo de estos años soñaron con la letra de una Ley que reconozca nuestro trabajo y nuestro derecho a ejercerlo en la legalidad.
El presente que vivimos nos exige que luchemos para asegurarles también, derechos a las jóvenes que quieran ejercer como nosotras este trabajo.
En fin, el pueblo argentino en los últimos cuatro años aprendió que más allá de las diferentes miradas que tuvimos de los anteriores doce, nos debíamos juntar, Todxs para derrotar al verdadero enemigo, y lo estamos consiguiendo y es en esa dirección en la que nuestra lucha merece y debe ir.