Desde hace 20 años, ha liderado la lucha para que se reconozcan los derechos a la protección y la salud de sus compañeras y que el trabajo sexual sea reglamentado en el país.
Ni puta ni prostituta. Fidelia Suárez, con el acento costeño que la caracteriza y el tono fuerte que no la hace pasar inadvertida, lo dice claro: soy trabajadora sexual. Desde hace más de 20 años ha liderado diferentes causas para defender los derechos de sus compañeras, por lo que el carácter no le falta y por ello se expresa sin tapujos, hablando duro y dando la cara.</img5272|center>
Es líder por naturaleza. Nació en Corozal, Sucre, en una casa de líderes sociales: su padre José Suárez Garrido llevó una vida política muy activa, mientras que su madre, Fidelia Tirado, hoy sigue defendiendo causas ajenas. Ella, lejos de buscar ese camino, decidió viajar a comienzos de los años 90 a Bogotá, con la idea de comenzar una vida independiente con su primer trabajo como auxiliar de contadora en el Ministerio de Salud.
Rápidamente se aburrió y cambió de puesto. Empezó a trabajar en un bar de Chapinero como mesera, en el que ganaba más dinero en menos tiempo y por menor esfuerzo. Mientras que sus compañeras lograban aún más dinero vendiendo sus cuerpos, en ese momento no le interesó el trabajo sexual. Lo único que tenía en mente era sacar adelante a sus dos hijos.
Dice que comenzó por convicción, no por necesidad, por lo que rápidamente comenzó a reconocerse entre sus compañeras. No sólo era una líder, también las escuchaba. Se empecinó en explicarles que no eran esclavas de nadie y que, por el contrario, tienen las facultades para defender sus derechos.
Así fundó, junto con otras de sus amigas, la Asociación de Mujeres Buscando la Libertad (Asmubuli), en Ipiales (Nariño), al evidenciar que “mis compañeras andaban peleando por que les hicieran pruebas de sangre y por el costo elevado de los procedimientos médicos”, manifiesta. Sus principales intereses eran desdibujar los estereotipos y prejuicios, y empoderar a las trabajadoras sexuales para que no fueran esclavizadas por proxenetas o vulneradas por explotadores que, para Suárez, pueden estar representados en los clientes, los dueños de los establecimientos donde trabajan, la Fuerza Pública y hasta los institutos de salud y el Gobierno.
Esto la llevó a participar en un curso de género en la Universidad Antonio Nariño, en Pasto, organizado por la Red Latinoamericana y del Caribe de Trabajadoras Sexuales, y así comenzó a conocerse en el país. Cuando la asociación consiguió mayores afiliadas, firmaron un acuerdo con el que le pidieron al Gobierno Nacional la regulación del trabajo sexual y acciones para disminuir el asesinato de mujeres dedicadas a esta actividad.
Así comenzó a viajar por el país, a liderar acciones de protección y, por consiguiente, a dar la cara y a figurar en televisión. Así fue como su papá se enteró de lo que hacía. “Para mí fue algo histórico, fue un 2 de julio. Cuando me vio por primera vez, él estaba en Venezuela y me llamó, pero para felicitarme. Me dijo que eso que hacía era tener gallardía, porque le estaba diciendo al mundo cuál era mi oficio, en un país tan conservador y burocrático, donde hemos sido tan estigmatizadas y maltratadas y, a la vez, la misma sociedad nos juzga y nos utiliza”.
Hoy no es sólo una de las voces más reconocidas a la hora de defender los derechos de las trabajadoras sexuales, sino que, además, lidera el primer sindicato que hay en el país para ellas: Sintrasexco. En él hay inscritas más de 600 mujeres de todo el país, junto a las cuales Suárez espera adelantar un proyecto de ley en el que se reconozcan sus derechos laborales. Ya tiene como precedente un fallo de la Corte Constitucional que le pide al Ministerio del Trabajo y al Congreso reglamentar esa actividad.
Para Suárez hay puntos claves, como el control sobre el exceso de poder por parte de la Fuerza Pública contra ellas, los derechos pensionales y mayor protección en la prestación de los servicios de salud. “Tenemos que contemplar toda la problemática en salud, porque la necesitamos integral. El Ministerio de Salud no ha hecho seguimiento a los atropellos y violación económica que hay en los hospitales de diferentes departamentos con la población que ejerce el trabajo sexual. Nos exigen exámenes que cuestan hasta $200.000, que deberían ser gratuitos”, asegura Suárez.
Asimismo, su trabajo ha traspasado fronteras. Recientemente fue elegida como coordinadora de la región Andina de la Red de Mujeres Trabajadoras Sexuales de Latinoamérica y el Caribe, por lo que ahora deberá velar por los derechos en países como Ecuador y Bolivia. No lo considera un reto difícil. “Me enfrenté a quien tenía que enfrentarme y después que mi familia me aceptó tal como soy, el resto me tiene sin cuidado. Mi trabajo es que no nos vean diferentes. Buscamos condiciones de trabajo dignas y que podamos dejar la clandestinidad, si no seguiremos siendo atropelladas, sometidas y explotadas”.
Ver Nota Original